Comparto con vosotr@s mi reflexion de esta semana en el 5x1 de la mesa-camilla virtual a las que nos invita nuestro amigo Paco Martin
La evidente realidad social del ser humano me inclina a pensar que hemos tenido una evolución histórica equivocada. Los procesos educativos han tenido siempre una base egoísta, un determinado interés sectorial o personal. En la realidad, ha prevalecido y prevalece siempre el interés individual sobre el colectivo. Esa raíz educativa, predominantemente egocéntrica y egoísta ha sido el germen histórico de todos los males de nuestro mundo: las guerras, el hambre, las injusticias, la insolidaridad, el desinterés por los demás etc. Este importante inconveniente humano, desarrollado y acrecentado a lo largo de la historia, ha destruido siempre cualquier intento de una formación social y global positivamente humana y solidaria.
Creo, por ello, que para que se pueda realizar un verdadero cambio social, debe producirse, previamente, un cambio global y profundo en la educación.
Si conseguimos inyectar en los genes psicológicos del ser humano que, siendo la vida un instrumento para ser feliz, únicamente conseguiremos los frutos de esa felicidad en el árbol de la solidaridad, de la caridad, del amor colectivo, del amor social. Si conseguimos inyectar en los genes psicológicos del ser humano que siendo, como somos, animales sociales, tenemos un cuerpo común y todos debemos colaborar para que ese cuerpo permanezca sano. Si conseguimos inyectar en los genes psicológicos del ser humano que la verdadera riqueza no esta en lo material si no en el interior de las personas, que los ojos los tenemos para mirar con bondad y ternura, que las manos las tenemos para acariciar, para ayudar, para sentir el tacto cálido y fraterno de los demás, que los pies los tenemos para caminar juntos, apartándonos unos a otros las piedras del camino, que las palabras las tenemos para hablarnos de amor, para acompañar los silencios, para consolar las tristezas, para enriquecer las alegrías, para esclarecer la penumbra de nuestro desarraigo y que los oídos los tenemos para escuchar con afán de comprensión y entendimiento, habremos conseguido encontrar el camino para cambiar el mundo.
Este es el primer paso para el cambio: la educación. Educar desde todos los ámbitos de la sociedad. Educar para la solidaridad, para la generosidad, para la empatía, sabiendo que todo el bien que hagamos, además de producirnos felicidad interior, revertirá en nosotros con creces. Debemos disminuir lo individual para acrecentar lo colectivo. Esta debe ser la base del cambio educativo para conseguir el verdadero cambio social.
De igual forma que las piezas de los puzzles esta construidas para que puedan unirse recíprocamente, cediendo y ocupando espacios, así el gran puzzle social, solamente podremos construirlo el día que, dejando a un lado nuestros egoísmos, nuestros intereses personales y nuestro egocentrismo corácico, comencemos a ceder espacios de solidaridad y de generosidad entre todos. Para ello debemos empezar a formar estructuras educativas en todos los ámbitos basadas en la reciprocidad social en cuanto a sentido colectivo y solidario de la vida.
La evidente realidad social del ser humano me inclina a pensar que hemos tenido una evolución histórica equivocada. Los procesos educativos han tenido siempre una base egoísta, un determinado interés sectorial o personal. En la realidad, ha prevalecido y prevalece siempre el interés individual sobre el colectivo. Esa raíz educativa, predominantemente egocéntrica y egoísta ha sido el germen histórico de todos los males de nuestro mundo: las guerras, el hambre, las injusticias, la insolidaridad, el desinterés por los demás etc. Este importante inconveniente humano, desarrollado y acrecentado a lo largo de la historia, ha destruido siempre cualquier intento de una formación social y global positivamente humana y solidaria.
Creo, por ello, que para que se pueda realizar un verdadero cambio social, debe producirse, previamente, un cambio global y profundo en la educación.
Si conseguimos inyectar en los genes psicológicos del ser humano que, siendo la vida un instrumento para ser feliz, únicamente conseguiremos los frutos de esa felicidad en el árbol de la solidaridad, de la caridad, del amor colectivo, del amor social. Si conseguimos inyectar en los genes psicológicos del ser humano que siendo, como somos, animales sociales, tenemos un cuerpo común y todos debemos colaborar para que ese cuerpo permanezca sano. Si conseguimos inyectar en los genes psicológicos del ser humano que la verdadera riqueza no esta en lo material si no en el interior de las personas, que los ojos los tenemos para mirar con bondad y ternura, que las manos las tenemos para acariciar, para ayudar, para sentir el tacto cálido y fraterno de los demás, que los pies los tenemos para caminar juntos, apartándonos unos a otros las piedras del camino, que las palabras las tenemos para hablarnos de amor, para acompañar los silencios, para consolar las tristezas, para enriquecer las alegrías, para esclarecer la penumbra de nuestro desarraigo y que los oídos los tenemos para escuchar con afán de comprensión y entendimiento, habremos conseguido encontrar el camino para cambiar el mundo.
Este es el primer paso para el cambio: la educación. Educar desde todos los ámbitos de la sociedad. Educar para la solidaridad, para la generosidad, para la empatía, sabiendo que todo el bien que hagamos, además de producirnos felicidad interior, revertirá en nosotros con creces. Debemos disminuir lo individual para acrecentar lo colectivo. Esta debe ser la base del cambio educativo para conseguir el verdadero cambio social.
De igual forma que las piezas de los puzzles esta construidas para que puedan unirse recíprocamente, cediendo y ocupando espacios, así el gran puzzle social, solamente podremos construirlo el día que, dejando a un lado nuestros egoísmos, nuestros intereses personales y nuestro egocentrismo corácico, comencemos a ceder espacios de solidaridad y de generosidad entre todos. Para ello debemos empezar a formar estructuras educativas en todos los ámbitos basadas en la reciprocidad social en cuanto a sentido colectivo y solidario de la vida.