martes, 16 de noviembre de 2010

LA URGENCIA DE LA VIDA


En este mundo acelerado que vivimos, en el que “parar” es un pecado, darle tiempo a la meditación, a la contemplación, al silencio es una antigüedad, estamos rodeados del vértigo de las novedades. Hasta los libreros comentan sorprendidos que un libro que salió con olor a imprenta hace dos meses ya es prehistórico. Y, qué hablar de las noticias, los acontecimientos, las películas, la música, los negocios…

Y nos encontramos diciendo con frecuencia “ ¿Ya pasaron dos meses desde que... ? ‘’

Yo pertenezco a la generación de los que muchas veces han leído más de una vez una novela, en el lapso de diez o doce años, pera absorber el néctar que nuestra inmadurez dejó guardada en sus hojas y que redescubrimos cuando pasa el tiempo sobre nosotros. Hoy es diferente,ni mejor ni peor, sólo distinto

Parece que cada vez mayor cantidad de personas se aterran pensando que es ser “antiguo” si no se es rabiosamente novedoso, y tienen miedo de vivir “a destiempo”. Si nos fijamos, podremos leer que en ningún momento una película recauda tanto como en su primera semana de exhibición.

Internet favorece esta urgencia: los comentarios sobre esos estrenos aparecen en sus SMS durante dos días, luego de esto, no se habla más del tema. O sea que esa película existió y se habló de ella, ANTES de exhibirse, es decir, cuando aun no podía verse. y luego, pasó de moda.

Tal vez esto me sorprenda porque nací en el siglo pasado y me pregunto cómo soportamos en el ahora, esta aceleración continua. Miro a los jóvenes y dudo que vivan un presente sosegado, razonablemente duradero que puedan saborear lentamente. Su presente es, en realidad, pasado constante y no se dan cuenta, tal vez, que a veces lleva años producir algo que el destinatario va a consumir en dos horas (una película), o en una semana (una novela) y que además una vez que lo han “devorado”, pasa a formar parte de “lo antiguo”. Ellos miran las diferencias generacionales y a veces no nos entienden , nosotros lamentamos no poder comprenderlos. Creo que lo mejor es amarlos, ese es el único puente que favorece nuestra comunicación.

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