miércoles, 8 de mayo de 2013

LA NIÑA Y EL PAJARILLO



El pájarillo estaba allí, en el alfeizar, como los días anteriores, y la niña del pelo rubio lo miraba a través del cristal, quedandose extasiada en la contemplación un buen rato antes de abrir la ventana; al hacerlo, el pajarillo voló alegre hasta posarse en su mano, donde la niña del pelo rubio tenia guardadas unas migas de pan. Abrió la mano y el pájarito empezó a picotear la migas y la niña del pelo rubio espero sonriente a que, su amigo, el pajarillo acabase de comerse las migas de pan. Cuando terminó, la niña del pelo rubio lo acercó a su cara y el pajarito bebió de sus labios el agua que previamente, la niña le había guardado para el en su boca. El pajarillo, después de saciar su sed, cantó una canción muy bella, llenando la sala de sonoros trinos, luego voló, de nuevo, hacia el campo.  Era lo mismo todas las mañanas, y la niña era feliz con, su amigo, el pajarillo del campo.
Aquella mañana soleada de principios de mayo, como siempre, el pájaro estaba posado en el alfeizar, pero esta vez estaba triste, y tenia en el pecho una manchita roja, la niña abrió la ventana y el pobre animal apenas tuvo fuerzas para volar a la mano de la niña, no quiso las migas de pan que la niña, como otras mañanas, le ofrecia con su mano abierta. De pronto, la niña del pelo rubio vio que tenia la mano manchada de sangre y comprobó que aquella sangre salia del pecho de su amigo el pajarillo. Entonces la niña se puso muy triste. El pobre pájarillo, con un gran esfuerzo, intentó cantar aquella canción tan bella, pero apenas le salieron los primeros trinos. Su cuerpecito alado se quedó inerte sobre la mano abierta de la niña del pelo rubio.
Pasaron los años y, aquella mañana una bella mujer de pelo rubio, dejaba con cariño y cuidado un lirio azul sobre una crucecita de piedra en el pequeño jardín de la casa mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla hasta besar el rosa sus labios.

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