Recuerdo esta enciclopedia abierta en las manos de mi padre, que, de pie, frente a la mesa-camilla, cubierta con el hule del antiguo mapa de España, en la pequeña sala de entrada de mi casa, dictaba, en sus clases domiciliarias (escuelas nocturnas) al grupo de alumnos de entre dieciocho y treinta años, que, sentados a la mesa, recibian las enseñanzas de cultura general que mas tarde les sirvió a alguno de ellos para ingresar en la Guardia Civil o el Cuerpo de Carteros. Recuerdo que mi padre al dictar pronunciaba la V como si fuese una F, para que los alumnos detectasen que aquella palabra se escribia con V y no con B.
Quiero, desde aqui, brindar mi recuerdo y homenaje, a aquellos MAESTROS, la mayoria de ellos, como mi padre, con conocimientos adquiridos de forma autodidacta, que durante los dificiles años cincuenta y sesenta enseñaron en sus casas a jovenes y adultos, los cuales, por circunstancias sociales y familiares no pudieron asistir convenientemente a escuela.
Recuerdo que en párvulos, asistia a clase con mi babi azul claro a rayas, que tenia un cuello redondeado y blanco, con mi pequeña pizarra enmarcada en madera y con los pizarrines, que aguzábamos en la paredes. En la pizarra pintábamos o haciamos números. Los pupitres tenian dos asientos cada uno y en el centro habia un agujero donde se metia el tintero con la tinta para untar la pluma y escribir. A veces, el maestro nos llamaba para desglosar, sobre el mapa de España, en voz alta, con la ayuda de un puntero, los rios, las cordilleras, las regiones y las capitales de provincia.
Hago un pequeño alto en el recuerdo y sigo ordenando mi biblioteca. Encuentro la antigua Aritmética Razonada con la cual mi padre enseñaba matemáticas en las clases nocturnas, el viejo Metodo Práctico de Mecanografia con el que aprendí a escribir a máquina y el catecismo escolar, adaptado a la doctrina amendrantadora y radical del nacionalcatolicismo, pero que al comtemplar su portada, hojear sus páginas o leer sus textos, me acerca el recuerdo de los momentos felices de mi niñez.
Los viejos libros siempre nos traen viejos y dulces recuerdos.
En la foto, Casillas de Coria, pueblo donde nací.
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