
¿Por que escondemos la duda en el silencio cuando la desconfianza, el rencor, la envidia o la timidez inmadura de nuestra convivencia, nos hacen huir del encuentro, de la cercanía, de la realidad?
¿Porque caemos en la cobardía ante un obstaculo que nos impide la cercanía, cuando sabemos, en el fondo, que se trata de usar la palabra para encontrar el abrazo, o la luz de la sonrisa, o el dulce tacto de la mirada?
¿Por que nos dominan las sombras cuando debemos buscar la luz? ¿Por que nos vamos en silencio por la huida anonima ante un inconveniente, negando, incluso, el saludo o la despedida cotidiana, cuando sabemos, en el fondo, que el uso abierto de la palabra, transparente, sincera, seria mas necesario para esclarecer la penumbra?
Estamos dominados por los prejuicios, por la fobias interiores, que corroen y deterioran nuestro comportamiento.
Cuando la cobardía nos impide darnos la mano o la palabra ante un obstáculo, entonces es que lo demas es todo hipocresia.
Hasta que no consigamos derribar todos estos muros, no habremos encontrado la verdadera paz y la verdadera convivencia.